LA FALSA MEDIDA · MARÍA IRIS FLORES

“La falsa medida”, exposición de la artista Francisca Aninat, se exhibió entre el 30 de marzo y el 4 de mayo de 2017 en D21 Proyectos de Arte. Este texto es una propuesta de recorrido situado por la exhibición.

 

En cuanto se abría la puerta del departamento se percibía una cierta atmósfera. El aire se sentía pesado, tal como los bloques de yeso a escala de grises que nos recibían y que atiborraban la primera sala. Eran muchos bloques erguidos, que como cuerpos humanos, se mostraban frágiles al mismo tiempo que difíciles de descifrar. Con esta presentación, “La falsa medida” se exhibía en una primera instancia como enigmática y esto se reforzaba en una mirada más atenta a los bloques de yeso. Estos tenían impresiones que recordaban al arte rupestre, a un modo intuitivo de dibujar. Esta evocación se validaba en el hecho de que las imágenes que en esta oportunidad vemos en yesos, fueron hechas por pacientes a la espera de atención médica, motivados por la artista. Francisca Aninat se inmiscuyó en el Hospital San Juan de Dios para intervenirlo y son las múltiples relaciones con este espacio las que articularon la exposición. La muestra es el testimonio de una experiencia. Una reflexión que evalúa lo sucedido al mismo tiempo que lo traslada a códigos artísticos en el espacio de la galería. “La falsa medida” remite entonces a las múltiples subjetividades que circulan en el hospital y que no se condicen con la rigurosidad cuantitativa que caracteriza a la ciencia médica.

 

Los bloques de yeso respiran para adquirir dureza y es su respiración la que densifica el ambiente de la galería, que contó con un montaje minimalista a la John McCracken. Estos elementos que son cruciales y que al mismo tiempo parecen una pieza mortuoria, dialogan con otros dos objetos que dan cuenta de su estatuto hospitalario intervenido. Una estructura de hierro de la que cuelgan frascos de vidrio vacíos a través de delicados tejidos, remite al pasado de los tratamientos médicos, cuando las enfermeras en su rol siempre femenino debían -además de atender a los enfermos- tejer un soporte para los frascos que dosificaban la medicina. En esta ocasión es la artista quien emuló dichos cuidados, quien tejió para rememorar esa época. Una vitrina médica resignificada exhibe una especie de cerebro de género y pequeñas figuras hechas con el mismo material. Son “ejercicios de espera”, procedimiento que Aninat trabaja desde 2011 y que consiste en darle los materiales a los pacientes para que estos construyan figurillas en sus tiempos de espera, las que ahora se exhiben como una condensación del tiempo que les lleva ser atendidos y del proceso de incertidumbre previo al diagnóstico. Ambos elementos nos remiten a lo hospitalario no obstante nos muestran otras posibilidades de abordarlo, de involucrarnos con esa sensibilidad.

 

En la segunda sala encontrábamos cuatro mesas blancas de delgadas y largas patas que eran el soporte ideal para una serie de libros. Casi al centro de la sala había una antigua máquina de anestesia adaptada para emitir sonido, de la cual escuchábamos una voz masculina que describía a los pulmones y su valor como órgano. Dieciseis libros se repartían por las mesas y nos trasladaban al Hospital San Juan de Dios con una serie de misteriosas historias. Cada libro era una obra en sí mismo, dos de ellos eran impenetrables, pues estaban rigurosamente sellados. “No me acuerdo” se podía leer claramente en una de las tapas. Cada libro fue confeccionado con dedicación y su materialidad estimulaba tanto por su textura como por los colores y formas que recogía. Historias contadas sintéticamente nos revelaban los distintos avatares de un cuerpo enfermo, junto con su subjetividad. Aninat bordó los libros, intercaló papeles, textos, imágenes, intensos azules y rigurosos negros, escuchó cada historia y la tradujo, se involucró con distintos pacientes, doctores, enfermeros, camilleros y levantó una obra a partir de las sensibilidades de otros, conectó dos espacios mediante el deseo por mirar con otros ojos la rigurosidad de la ciencia médica.

 

Los libros en su cercanía y los yesos en su severidad se constituyeron en comunión, una visualidad y un sentido los atravesó, identificándolos. “La falsa medida” fue una propuesta que logró ensayar un modelo de trabajo participativo que prescindió del fetiche de la comunidad. No fueron necesarios los pacientes en espera o los registros del hospital, puesto que los objetos escogidos y trabajados por Aninat evocaban las esperas, los relatos, las enfermedades, las curas y todo aquello que da vida a un hospital.